Josep Mª Morató Aragonés, el pintor

noviembre 12, 2007

En la obra de Morató Aragonés hubo siempre una preocupación que preponderaba sobre las demás circunstancias: la de dar unidad al cuadro. Esta característica aparece impresa, hoy, en cada obra de este pintor, de manera precisa y convincente. A ello llegó a través de un depurar las líneas básicas de la composición hasta saber quedarse con los elementos precisos, cabales, de cada tema; también, por medio de una unidad del color, que se recrea en los tonos apagados, en armonías de grises suaves, azules desvaídos, de sienas delicados, rosas y verdes apenas insinuados.

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Si en un primer momento pudiera parecer esta pintura, en cuanto al color, algo monótona por la utilización de gamas tibias, bastará estar atento unos momentos ante cualquiera de los cuadros de la actual exposición, para ver crecer la fuerza cromática de estas superficies, para observar cómo se unen u oponen unos a otros los colores, en una armonización, casi musical por las exigencias de los medios tonos y el ambicioso anhelo de perfección razonada.

Nos recuerda esta pintura, por su insistencia en colocar los objetos del tema sobre un solo plano, a lo sumo dos, sin interés por acentuar perspectivas, ya sean aéreas ya lineales, la calidad de cierta manera antigua de concebir el tapiz; pero aquí la presencia del pigmento y el gesto de la espátula son tan pictóricos que nos hacen olvidar enseguida aquél recuerdo.

Pintura que parece hecha sin esfuerzo, tal es la perfecta armonía de sus partes, no debe hacernos olvidar que yace bajo esta facilidad aparente, un esforzado estudio de la firmeza del dibujo, un conocimiento profundo de los grados del color y de sus efectos, de sus choques y sus comportamientos armónicos, y un cierto sentido, muy civilizado, de la vida.

Gamas exquisitas, atenuadas radiaciones atmosféricas, un realismo envuelto en poesías, que sitúa a mujeres y paisajes de hoy en el clima espiritual de un indefinido ayer, son, junto a la insistencia en presentar el tema en un sólo plano, las especiales condiciones de estos cuadros tranquilos, llenos de valores en composición, dibujo y color, que seducen enseguida al visitante.

Opinión F. González Cirer IX-1978

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